San Sebastián
Tahuanty Jacanamijoy
Pastel seco sobre papel y fondo de papel de colgadura
68 x 48 cm
2020
Desde 2022, el Museo Colonial ha renovado sus criterios de incorporación de nuevas piezas a la colección. En este contexto, la adquisición de obras contemporáneas permite cuestionar las formas hegemónicas en que se ha representado y entendido nuestra sociedad desde el siglo XVI hasta el presente, a la vez que pone en evidencia diversas maneras en que nos hemos vinculado con el territorio que habitamos. Obras como este San Sebastián nos brindan nuevas formas de aproximarnos a las espiritualidades nativas durante el proceso de evangelización en América.
Según leyendas del siglo V, Sebastián fue un soldado de la guardia pretoriana que sufrió dos martirios debido a su firme y constante defensa de la fe cristiana. El primero, y el más representado en la historia del arte, ocurrió cuando sus propios compañeros lo atravesaron con múltiples flechas. Sebastián logró sobrevivir a este ataque gracias a los cuidados de Irene, una creyente romana que lo ocultó y sanó sus heridas. Una vez recuperado, confrontó al emperador Diocleciano por la persecución a los cristianos, lo que finalmente llevó a su ejecución a garrotazos en el Circo Máximo de Roma.
Desde fines del siglo XIX esta iconografía ha sido reapropiada en múltiples ocasiones por comunidades LGTBIQ+, que ha visto en ella un retrato de sus luchas al definir y asumir su identidad de género y orientación sexual. En este caso, se presenta una visión crítica de la iconografía católica y de los roles masculinos y femeninos impuestos por el régimen hispánico, al igual que los importantes procesos de resistencia desarrollados por parte de las comunidades indígenas del Amazonas en respuesta al adoctrinamiento de los pueblos de este territorio.
Tahuanty Jacanamijoy, artista de ascendencia inga, comunidad indígena del Putumayo, propone con esta pintura una reflexión sobre el proceso evangelizador en la Amazonía. Tal proceso inició con la llegada de los franciscanos en 1547, continuó con el arribo de los dominicos en 1577, y más adelante, en el siglo XVII, con el establecimiento de las misiones de la Compañía de Jesús en el Orinoco. Con este adoctrinamiento se buscaba no solo convertir, sino también controlar a los pueblos indígenas y sus territorios. Estos esfuerzos se intensificaron en el siglo XVIII, tras la llegada de los capuchinos.
Durante el periodo republicano, la acción de estas y otras órdenes religiosas no cesó. Es más, como parte de la construcción de la nación, el mismo Estado apoyó estas iniciativas para “civilizar” a los nativos. Así, estos grupos debieron sufrir numerosas atrocidades mediante las cuales se buscaba eliminar sus costumbres y creencias. El San Sebastián de Jacanamijoy retrata la resistencia de estos pueblos a la violencia que de forma reiterada han sufrido durante siglos.