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Composición de lugar: Alguna vez las cruces fueron árboles, de Camilo Castaño Uribe, gira en torno al tema del sacrificio. La práctica devocional del sacrificio, estrechamente vinculada a la tradición católica, cuenta con numerosos registros pictóricos o escultóricos —el Museo Santa Clara conserva algunos—; cuenta también con los registros de los cronistas que en la Colonia relataron las vidas de las clarisas, y con los retratos que se les hacía a estas religiosas al momento de su muerte. (Quienes pintaban tales retratos tenían la tarea de coronar a estas monjas en su lecho mortuorio). En todas estas representaciones, se dignifica a quienes dedicaron su vida a la religión. 

Estas santas y santos, mártires, religiosas y otros personajes de la fe, se convirtieron así en ejemplos de virtud que ilustraban el deber ser de los fieles. La trascendencia que otorga el sufrimiento cobraba especial relevancia al momento de morir. Entonces tomaba fuerza la perspectiva del Paraíso, al que se accedería tras padecer penurias, consideradas en tiempos coloniales como ofrendas a lo sagrado. En Composición de lugar, se relaciona esta mirada religiosa sobre el sacrificio con la realidad colombiana. La muerte violenta de tantos líderes y comunidades que han pasado por experiencias de extremo dolor, terror y duelo, puede equipararse, por la brutalidad de las laceraciones y el dolor impuesto a los cuerpos, a la experiencia de martirio y reparación espiritual. 

Sin embargo, para las personas de estas comunidades, la reparación apenas si ha iniciado y las condiciones de abandono, olvido y extrema pobreza, continúan sin cambio. La muestra aborda el caso de la comunidad de El Aro, que para noviembre de 1997, padeció una masacre en la que, durante varios días de asedio paramilitar, murieron asesinadas 17 personas, se quemaron 42 casas, más de mil personas se vieron desplazadas y se robó el ganado de la comunidad. 

Los detalles de la masacre han llenado páginas de periódicos, revistas, investigaciones y exposiciones fotográficas de renombre internacional, pero El Aro continúa en una situación de aislamiento que mantiene sumidos en la soledad y la pobreza a los pocos habitantes que se resistieron a abandonar sus casas y sus vidas en aquel lugar situado en medio del Nudo del Paramillo, junto a uno de los desarrollos hidroeléctricos más poderosos del país. Conforman la muestra dos videos y una serie de dibujos en lápiz o carbón sobre tela, papel y acetato. 

Esta exploración del dibujo en diversas técnicas, soportes y dimensiones se convierte en un documento que revisa archivos públicos y privados de instituciones, personas y medios de comunicación; dotando así a la exposición de un carácter de archivo que revisa las ideas de martirio, sacrificio y reparación tanto en el periodo colonial como en la actualidad. 

El artista utiliza también la exposición como medio para expresar cómo el arte, con su capacidad de mímesis y de confrontación de opuestos permite encontrar espacios de resignificación y puede, en este caso, servir de espacio de dignidad y reconocimiento de momentos oscuros, como el de la masacre de El Aro, que cumple ya 25 años desde su ocurrencia. 

La muestra, abierta al público hasta el 26 de febrero del 2023 en los horarios habituales del Museo (martes a domingo, 9:00 a. m. a 4:30 p. m), estará acompañada por actividades de la agenda educativa y cultural, como conversatorios y recorridos guiados. Sobre el artista: Camilo Castaño Uribe es Artista Plástico de la Universidad de Antioquia. Ha participado en diversas exposiciones colectivas e individuales en las que destacan las realizadas en la Galería 12:00, el pasado mes de mayo, y La Galería, para la última versión de ARTBO. 

También, ha sido parte de diversas muestras que tienen que ver con la relación con el dibujo, la fotografía y la memoria, como las realizadas en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, el Centro de Artes de la Universidad EAFIT y la investigación sobre Floro Piedrahita, que tuvo como resultado un libro y una exposición virtual expuesta durante los años de la pandemia de COVID-19. 

Como curador, está vinculado desde hace más de diez años al Museo de Antioquia, institución en la que ha ejercido los roles de mediador, líder del Laboratorio de Mediación, y, en los últimos siete años, miembro del equipo curatorial.​

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