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Anónimo

Óleo sobre tela

152 x 110 cm

Siglo XVIII


El arte colonial americano se desarrolló a partir de diferentes influencias, teniendo como bases la cultura local precolombina y la traída por los europeos que se establecieron en el llamado Nuevo Mundo. Estas dinámicas se pusieron de manifiesto en la iconografía de las imágenes producidas durante este periodo, como es el caso de la Virgen del Rosario de Pomata de la colección del Museo Colonial.


La iconografía de la Virgen de Pomata tuvo gran culto en la región andina central y, pese a que no se sabe exactamente cuándo fue creada, se considera que fue introducida por la orden dominica hacia la segunda mitad del siglo XVI. Su imagen se basó en una escultura de la Virgen ubicada en la iglesia de Santiago de Pomata, en la costa sudoeste del lago Titicaca, lugar del que toma su nombre. Esta se conoce por ser una escultura milagrosa que obraba cuando sus devotos la invocaban utilizando medallas o estampas que la representaban.

Así, la pieza del Museo es un ejemplo de lo que se conoce como "verdadero retrato", en donde las imágenes marianas eran reproducidas sobre un altar, ataviadas con ricas vestiduras y enmarcadas por unas cortinas abiertas a cada lado de la Virgen. A su vez, se consideraba que conservaban el poder taumatúrgico o milagroso de la pieza original, que en este caso es la escultura de la Virgen en Santiago de Pomata, lo cual dio pie a que la mayor cantidad de imágenes que hacen referencia a esta advocación se produjeran en Cuzco durante los siglos XVII y XVIII y fueran ampliamente difundidas en la zona andina, siendo una de las vírgenes más populares en la región.


La iconografía de esta advocación se inspira en la de la Virgen del Rosario, en la que María carga al Niño en uno de sus brazos, mientras sostiene un rosario en otra mano. A este esquema tradicional se incorporaron diversos elementos de naturaleza indígena, entre ellos el cabello largo y crespo de la Virgen y la corona de plumas, elemento de uso común entre las mujeres de la nobleza incaica. Además, la forma triangular del vestido mariano evoca una montaña, por lo que se suele conectar a esta Virgen con la figura de la Pachamama, divinidad inca que representa a la Madre Tierra y que era cercana a la idea de madre protectora universal. La inclusión de elementos indígenas en la imaginería mariana se vio como una alternativa para acercar en un primer momento las figuras santas europeas a la población nativa americana, realizándose un fuerte proceso de mestizaje que se ve reflejado directamente en esta pintura, y que abarcaba contenidos y estéticas que surgen como propias en el territorio colonial americano.


También en la iconografía de la Virgen de Pomata resaltan los cortinajes y las flores que rodean la figura de María, mientras que el vestido se encuentra ricamente decorado por ristras de perlas y moños, muestra de una vestimenta femenina que se utilizó con bastante frecuencia hasta el siglo XIX en el área andina y con la cual se solía vestir la escultura religiosa. La costumbre de "vestir" a las imágenes tuvo su origen en los conventos españoles y las cofradías, donde había una participación activa y estrecha de los fieles con estas. Además, el carácter milagroso de la pintura de la Virgen de Pomata hizo que los fieles se acercaran más a ella en búsqueda de salvación o peticiones particulares, lo que a su vez permitió que se potenciara su devoción.