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​Anónimo

Óleo sobre tela

81 x 60,5 cm

Siglo XIX

 

Tras el Concilio de Trento (1545-1563), se decidió dar especial importancia a la devoción y a las imágenes de la Virgen María. Estas últimas pasaron a ser un medio para transmitir las virtudes cristianas y modelos de comportamiento que se buscaba aplicar en la sociedad colonial americana. La proliferación de la imaginería mariana dio lugar a que surgieran variadas advocaciones locales, una de ellas fue la de la Virgen del Quinche, de la que se conserva una obra en la colección del Museo Colonial.


La devoción a Nuestra Señora de la Presentación de El Quinche surgió a finales del siglo XVI, en Ecuador. Se dice que la imagen que aún hoy se conserva fue tallada en esa época por don Diego de Robles, reconocido artista español que trabajó en Quito. Sin embargo, al no recibir ningún pago por parte de quienes la habían encargado, el artífice decidió dar la talla a los indígenas del pueblo de Oyacachi a cambio de unos tablones de madera que necesitaba para sus trabajos y que sabía eran de alta calidad. Al recibir la imagen, los nativos mostraron gran sorpresa: tiempo atrás esta misma Virgen se les había aparecido en tres ocasiones al interior de una cueva. La Virgen que vieron los nativos les había prometido librarlos de una plaga de osos que había dejado como saldo la pérdida de algunos niños de la comunidad, pidiéndoles a cambio su conversión a la fe católica. Así, con la imagen en sus manos, decidieron construir una capilla en su honor. Sin embargo, debido a que el acceso al lugar era difícil, pues se encontraba en una cueva, en 1604 el obispo del lugar trasladó la imagen al poblado del Quinche, de donde la advocación toma su nombre.


La pintura del Museo está basada en aquella escultura milagrosa. La reproducción de tallas milagrosas en pinturas era habitual; en este caso, esta práctica se hace evidente gracias a la presencia del altar sobre el que se apoya María. Conocidas como "verdaderos retratos", con estas pinturas se pretendía mantener el carácter prodigioso de la escultura original. 


Esta imagen también tenía un estrecho vínculo con la religiosidad indígena, hecho que se puede apreciar en la forma triangular del vestido mariano, la cual evoca una montaña. En consecuencia, esta advocación mariana suele asociarse a la figura de la Pachamama, divinidad inca que representa a la Madre Tierra y que era cercana a la idea de madre protectora universal.


En la pintura del Museo vemos a la Virgen sosteniendo un cetro dorado en la mano derecha. Con el brazo opuesto carga al Niño, quien sostiene una esfera de oro coronada por una cruz. Ambos personajes visten ricos ropajes y coronas imperiales de oro y piedras preciosas. Además, la Virgen tiene una peluca blanca, elemento que solían añadir los fieles para decorar la escultura ubicada en el poblado de Quinche. Entre los elementos por los que es tan popular esta imagen en Ecuador se cuentan las facciones mestizas de los personajes y un color de piel más oscuro en ambas figuras, lo cual no parece estar presente en esta pintura. Pese a esto, un elemento indígena se conserva en esta pintura: las tres plumas blancas sobre la corona de la Virgen.


A los pies de esta advocación mariana vemos una media luna invertida en plata, cuyas puntas se dirigen hacia arriba, y bajo esta una peana en el mismo material, que se apoya sobre el altar.

Sobre la parte frontal de esta mesa podemos leer dos palabras —"Consolatris" y "Afligtorun"—, que hacen referencia a un verso de las Letanías Laurentanas, el "Consolatrix afflictorum", en el que se nombra a la madre de Cristo como consoladora de los afligidos. Las letanías son un tipo de oración dialogada entre sacerdotes y fieles. Su característica principal era su función intercesora o de súplica, que en este caso se dirigía a la Virgen. Debido a que estos rezos son realizados sobre todo en procesiones, es posible pensar que el artista decidiera ubicar la imagen de la Virgen bajo un palio rojo, visible en la parte superior de la pintura.


La imagen de la Virgen del Quinche tuvo una alta difusión e influencia en la entonces Audiencia de Quito, llegando también hasta el sur de la Nueva Granada. De manera posterior, hacia finales del siglo XIX, su culto fue incluso utilizado como una herramienta para oponerse a la separación de la Iglesia del Estado y una muestra del poder que la institución religiosa tenía sobre la población. En 1943, bajo la iniciativa de Carlos María de la Torre, Arzobispo de Quito en ese año, la Virgen del Quinche fue coronada como Reina Nacional de Ecuador.