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Anónimo

Plata labrada

179 x 2,5 cm

Siglo XVII

 

La colección que alberga hoy el Museo Santa Clara está compuesta por objetos de variada naturaleza. Entre estos se encuentran cuatro varas en plata cuya función era la de sostener el palio, dosel de forma rectangular que solía elaborarse con telas importadas y que contaba con una rica ornamentación. Usado en las celebraciones litúrgicas desde la Edad Media, el palio fue común en el ámbito religioso colonial, especialmente en las procesiones que tenían lugar durante la Semana Santa o en la fiesta del Corpus Christi. La tela cubría un armazón de cuatro o más varas largas. Un grupo de cuatro personas sostenía cada una de las varas. Con la estructura armada, se cubrían objetos considerados sagrados: el Santísimo Sacramento, reliquias o una imagen santa que se celebrara; en ocasiones también se ubicaba bajo el palio algún personaje relevante en las procesiones religiosas.


Estos elementos de gran importancia eran paseados por las calles de las ciudades y el uso del palio para cubrirlos era una manera de distinguirlos entre la multitud, pues así se permitía que los fieles conocieran su ubicación a la distancia; además era una manera de resguardarlos de la intemperie. Sin embargo, el uso de palios no se limitó a las celebraciones religiosas. En Europa, estos elementos también fueron utilizados por los soberanos y autoridades civiles desde el siglo XIII, lo que hizo que se convirtieran en un símbolo de su poder político. En el caso de la Nueva Granada, aunque no se tiene evidencia de que los palios se hayan trasladado al ámbito civil, se sabe que fueron usados en las celebraciones religiosas y aún hoy tienen gran protagonismo.


Las varas de plata de la colección del Museo no cuentan con una decoración muy elaborada, apenas ostentan algunas secciones repujadas con motivos vegetales, pues la verdadera intención de estos elementos era sostener el rico manto del palio. Sin embargo, el uso de un material como la plata para la elaboración de estos elementos era considerado una manera de exaltar la fe y una manifestación del poder y la posición social de quien los portaba. Por esta razón la platería contó con un gran interés por parte de la Corona española y se consolidó como uno de los primeros oficios en difundirse en la Nueva Granada, donde los artesanos que trabajaban este metal debían cumplir con más reglas y controles que los que realizaban otros oficios.