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Pieza del mes - Septiembre 2018 - Museo Colonial

Señor de los temblores

Anónimo

Óleo sobre lienzo

193 x 129 cm

Siglo XVII


Recientemente el conjunto de obras pictóricas del Museo Colonial sumó a su acervo una obra con una singular iconografía. Recibido en donación, este óleo sobre lienzo representa a Cristo crucificado según los parámetros clásicos de este tema cristológico. Ocupando el centro de la composición, el Hijo clavado a la cruz se ve acompañado de dos figuras. A su derecha, le acompaña la Virgen María bajo la advocación de la Dolorosa, reconocible por sus gestos de sufrimiento y la espada que atraviesa su corazón; a su izquierda, el apóstol san Juan sostiene un pañuelo, símbolo de su tristeza. La composición carece de un paisaje definido, elección que enfatiza el dramatismo de la escena representada.

Esta forma de representar la crucifixión, común dentro de la iconografía cristiana, remite a una imagen precisa: la del Señor de los temblores de la Catedral de Cuzco. El de los temblores, según variadas leyendas, fue donado por Carlos V o Felipe II a la ciudad de Cuzco, virreinato del Perú, para apoyar los procesos de evangelización de la población inca. La escultura de mediados del siglo XVI remplazó hacia 1560 a otra de Cristo conocida como de la Buena Muerte. Inicialmente la talla mantuvo el nombre de su precursora hasta 1650, cuando comenzó a denominarse Señor de los temblores. El cambio se debe a que en ese año ocurrió un sismo de alta intensidad en la ciudad de Cuzco. Para aplacarlo, los ciudadanos sacaron en procesión la imagen que, según se cuenta, contuvo los efectos del movimiento telúrico. A partir del milagro, el Señor de los temblores tuvo amplia difusión en el territorio americano.

La imagen, así inspirada por la talla cuzqueña, tiene varias particularidades, entre ellas, la más visible es que retrata a un Cristo ‘negro’, característica posible por la escasa y simple policromía, especialmente en los encarnes. La elección de materiales remite a la flora propia de la zona andina puesto que está hecho con maguey y otras fibras vegetales propias de la zona. Tales características compositivas nos permiten pensar como posible que la imagen es de factura indígena, lo que resalta su valor como testimonio del mestizaje cultural propiciado por los procesos históricos coloniales, a la vez que ayuda a problematizar la leyenda alrededor de esta talla. Este Cristo ha tenido un fuerte proceso de apropiación local por las comunidades indígenas de Cuzco, tanto así que es conocido como Taitacha Temblores, siendo Taitacha una voz quechua que designa a santos o divinidades. Esta particularidad lingüística señalaría la relación que existe entre una comunidad indígena, las prácticas devocionales comunitarias y la apropiación cultural.

Al ser una pintura tomada de una talla, el de los temblores se considera un verdadero retrato, es decir, a una imagen que remite al conjunto escultórico original tal como se observa en su capilla, ya que en el templo cuzqueño están la Virgen, san Juan y Cristo en idéntica disposición a la que se observa en el lienzo. Incluso la presencia de dos jarrones a las piernas de la figura central reforzaría está noción de que el óleo es fiel a su referente. La práctica de los verdaderos retratos fue bastante común durante los siglos XVI y XVII, ya que era una forma con que se podían conocer imágenes milagrosas famosas que estaban demasiado lejos o que se encontraban en santuarios privados. Esta costumbre muchas veces refleja las redes de circulación local y global alrededor de las imágenes sagradas, pues existían imágenes que tenían fama internacional, mientras que otras eran veneradas en grupos más pequeños y esta condición permitía su conocimiento.

Ahora bien, ante imágenes como esta, quedan abiertas preguntas que inquieren cómo se logró copiar esta talla: ¿el pintor conocía la imagen? ¿Se utilizó otro cuadro del mismo tema? ¿Existen grabados de producción andina que la reproduzcan?