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Portapaz de la Virgen de la Candelaria
Anónimo neogranadino
Plata repujada y cincelada, con apliques en fundición
15 x 10 x 5 cm
Siglo XVIII

Inscripción: Honda Carmen


Los portapaces son elementos litúrgicos que se utilizaban durante el rito eucarístico de la paz. En la tradición católica, este rito simboliza la fraternidad entre los pueblos y la unidad de la Iglesia; con él también se transmite la paz espiritual que deben tener los feligreses.

Se tiene registro del uso de portapaces desde el siglo XII, pues durante esta centuria el beso que se daban los fieles para consumar el saludo de la paz empezó a estar mal visto. Por tal razón, se incorporó al rito una placa de madera, marfil o metal con imágenes de Cristo crucificado, de la Virgen María en alguna de sus advocaciones o de algún santo, a fin de que dicho elemento sirviera como intermediario en el momento del saludo. Este tipo de objetos alcanzaron su mayor desarrollo ornamental durante los siglos XV y XVI, centurias en que se convirtieron en verdaderos retablos portátiles con complejos programas iconográficos.

El siglo XVII simplificó el diseño de estos objetos. Entonces, prevaleció una traza compuesta por una placa curva ornamentada con un motivo iconográfico en su cara anterior y una agarradera, en la posterior. Esta simplicidad constructiva llevó a que el punto de interés fuera la representación de alguna imagen divina. Es precisamente este tipo de portapaz el que se aprecia en este ejemplar del museo Colonial, en cuya cara frontal vemos una imagen de la Virgen de la Candelaria, advocación que hace referencia a uno de los pasajes narrados en el Evangelio de Lucas según el cual, después de cumplidos los cuarenta días de dieta de María tras el parto, la Sagrada Familia se dirigió hacia Jerusalén para presentar al pequeño Jesús en el Templo. Al momento de este rito también se ofrecían dos palomas. Así, dentro de las creencias católicas, este ritual se asoció a la práctica de la purificación que debían hacer las madres próximas a su reintegro a la vida social.

Un detalle de importancia en esta pieza es la inscripción que se observa en la cara posterior. En ella se leen las palabras “Honda” y “Carmen”, que podrían hacer referencia a la dueña de la pieza y a la ciudad en la que posiblemente se labró. Vale la pena señalar que durante el periodo colonial, las piezas de platería debían tener una serie de marcas requeridas por ley. En el caso del territorio neogranadino pocas veces se cumplió esta reglamentación, y las escasas inscripciones que hoy vemos en la platería colonial se asocian a ciertas prácticas devocionales.