Inicio de sesión

​Anónimo

Óleo sobre tela

130 x 80 cm

Siglo XVII

 

En la parte alta de los muros oriental y occidental del Museo Santa Clara, en la zona del presbiterio, se ubica un conjunto de nueve pinturas que representan algunos de los ángeles más reconocidos por la fe cristiana. Por sus características formales, siete de las obras de este grupo parecen haber sido creadas por un mismo artista. Estas representan a los tres arcángeles canónicos, es decir, aquellos nombrados en los textos bíblicos: Miguel, Gabriel y Rafael; tres más, retratan arcángeles apócrifos, pues su nombre, aunque frecuente en textos cristianos, no se menciona en la Biblia: Uriel, Jehudiel y Sealtiel; completa el conjunto un santo ángel de la guarda. Este tipo de representaciones pictóricas fueron comunes en Cuzco y el Alto Perú, pero no tuvieron mayor difusión en la Nueva Granada.


Los ángeles conforman una estirpe de seres divinos que, pese a ser escasamente nombrados en la Biblia, fueron ampliamente representados en la imaginería cristiana, que los presentó con características humanas. Se dividieron en nueve categorías diferentes, o coros, según lo establecido por Pseudo Dionisio Areopagita (siglo V), en su texto De coelesti hierarchia ('Sobre la jerarquía celestial'), y por Santo Tomás de Aquino (1224/25-1274). Los coros se dividieron en tres jerarquías: la superior o suprema, vinculada con la figura de Dios; la intermedia, gobernada por Cristo, y la inferior. Regía a esta última el Espíritu Santo; en ella se ubicaban seres como los arcángeles, más cercanos al mundo terrenal y humano. Estos solían recibir y realizar importantes tareas en beneficio de la humanidad.


Las diferentes categorías contaron con características específicas, establecidas a fin de que los coros fueran reconocibles en el arte colonial latinoamericano. Con excepción de las imágenes que muestran al arcángel san Miguel, todos los arcángeles de esta serie aparecen representados en un contexto terrenal, haciéndose evidente la constante interacción que, según el dogma católico, estos seres celestiales mantienen con hombres y naciones.


Pese a que hay una iconografía común en las siete pinturas, característica que las vincularía como una serie, cada uno de los arcángeles porta atributos propios que nos permiten distinguirlos. San Rafael, por su parte, se muestra vistiendo una cota de escamas, mientras sostiene un pescado en su mano derecha. Estos elementos hacen referencia a la historia de Tobit, narrada en el Antiguo Testamento. Tobit, padre de Tobías, sufría de una enfermedad en los ojos que le había provocado ceguera. Al mismo tiempo, Sara, hija de Ragüel, se había casado con siete hombres, pero el demonio Asmodeo, quien estaba enamorado de ella, los había matado antes de que pudiera consumar su matrimonio. Los dos fieles creyentes optaron por la oración, pidiendo una buena muerte. Escuchando sus súplicas; Rafael fue enviado a auxiliarlos a ambos. Bajo una identidad desconocida, le sugirió a Tobías que utilizara la hiel de un pescado que había encontrado en el río para curar la ceguera de su padre, y el corazón y el hígado para ahuyentar al demonio que perseguía a Sara. Tras esto, la mujer fue entregada como esposa a Tobías.


En la pintura presente en Santa Clara, la identidad e individualización de este ser divino se refuerza con la presencia de una inscripción en la esquina inferior izquierda que dice "S. RAFAEL". Este nombre de origen hebreo, que en su transliteración latina se escribe Rāp̄hāʾEl, significa: Dios (ʾEl) ha curado (rāp̄hā), en referencia a las acciones con las que, según la historia bíblica, este arcángel ofició como mediador divino en favor de Tobías y Sara.


La ubicación de esta pieza en la parte alta del presbiterio de Santa Clara, junto con las demás imágenes que representan arcángeles, hace referencia a esa conexión con lo sagrado y su cercanía con el cielo. Según la tradición, Jesús descendería a este lugar en cuerpo y alma durante el Juicio Final, por lo que, ubicados en este lugar, los arcángeles lo custodiarían desde lo alto. Ellos serían los encargados de conducir las almas el día de la resurrección. Por otra parte, la presencia de estas pinturas en este espacio, posiblemente obedece también a la fundación, en el antiguo convento de Santa Clara, de la hermandad seglar cobijada bajo el patronazgo del arcángel san Miguel. Es posible que la realización de esta serie se haya dado tras este importante hecho, ocurrido en 1667 con la aprobación papal.