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Pieza del mes - Enero 2021 - Museo Santa Clara
Antonia Pastrana y Cabrera

Anónimo
Óleo sobre tela
110 x  83 cm
Siglo XVII

Durante el periodo colonial los retratos fueron utilizados con diferentes finalidades. Una de las principales era la de componer una imagen fiel de los retratados. Lo anterior no significó que en este género de pinturas se mostraran los rasgos físicos de la persona tal y como eran. En muchos casos, la presencia de diversos símbolos, como escudos, inscripciones u otros elementos iconográficos, resaltaban las cualidades del sujeto.

Algunas religiosas fueron retratadas en momentos especiales de su vida. Así, fue común que en territorios como la Nueva España, se las mostrara al momento de la profesión o en los aniversarios de la toma de sus votos, señalando con esto el inicio de su vida espiritual. En cambio, en la Nueva Granada fue más común representarlas al momento de su muerte y coronadas con flores, para señalar uno de los instantes más importantes de su existencia: la unión espiritual con Cristo.

El Museo Santa Clara conserva una imagen muy particular: el retrato de Antonia Pastrana y Cabrera. Ubicado en el costado oriental de la nave central del antiguo templo, a la fecha es el único retrato conocido que representaría el momento de profesión de una monja. Gracias a información documental, se tiene testimonio de la presencia de Antonia Pastrana y Cabrera, y la de sus hermanas, en el convento de Santa Clara en Santafé, a mediados del siglo XVII. Varias de ellas ocuparon cargos importantes dentro del convento, como el de abadesa. Es posible que esta pintura entrara como parte de su dote.

Algunos detalles de este retrato destacan especialmente. Resalta, por ejemplo, el hecho de que la retratada utiliza un hábito dominico —compuesto por el hábito blanco y el velo negro— en lugar de vestir el hábito de las clarisas —conformado por la túnica franciscana atada por un cordón de tres nudos y un velo negro—. Esto se debe a que la retratada inició su formación en el convento femenino de la orden de Santo Domingo, el convento de Santa Inés.

Sobresalen también las piezas de joyería: los aretes y collar de perlas y la cruz de oro con posibles esmeraldas engastadas, pues por medio de estos elementos, se pone de manifiesto la pertenencia de la retratada a un estamento social alto. Es importante recordar que si bien las reglamentaciones eclesiásticas señalaban la pobreza y austeridad que debían observar las monjas, en muchas ocasiones ciertas prácticas iban en contravía de estas regulaciones.

Finalmente, gracias a la restauración realizada en 1987 por el antiguo Centro Nacional de Restauración, se descubrió que tanto las rosas como el Niño Jesús que acompañan a Antonia Pastrana fueron repintes que convirtieron este retrato en una imagen de santa Rosa de Lima niña. Otro detalle también salió a la luz con este proceso: una inscripción con el nombre de la retratada, que había sido cubierto por un repinte.