Madera enchapada en carey con incrustaciones en nácar y elementos en plata
La cruz se ha convertido con el paso de los siglos en uno de los símbolos por excelencia del cristianismo. Alusiva a la Pasión de Cristo, tema recurrente en la historia del arte, remite al conjunto de episodios de la vida de Jesús que van desde la última cena, hasta su crucifixión y muerte. Este símbolo se insertó con fuerza en América tras el proceso de evangelización, que se llevó a cabo durante el periodo colonial.
Las cruces que alberga el Museo Colonial fueron elaboradas, en su mayoría, en plata y, en algunos casos, en oro, siguiendo las disposiciones del papa Urbano I (222-230). Sin embargo, en la colección también hay piezas de elaboración más sencilla como esta Cruz. Realizada con elementos en plata, su gran tamaño hace pensar que estuvo destinada al uso de alguna parroquia.
Enchapada en carey, material traslúcido que se obtiene de las capas del caparazón exterior de las tortugas carey (Eretmochelys imbricata), ornamentan la pieza fragmentos de nácar, sustancia dura e irisada conocida también como piedra madre, que se obtiene de las paredes interiores de las conchas de ciertos moluscos. El empleo de este tipo de materiales en cruces y piezas religiosas podría indicar la intención de ennoblecer los objetos destinados al culto cuando estos estaban elaborados en materiales entonces considerados modestos, como la madera.
Desde las antiguas civilizaciones del Mediterráneo se tiene noticia del uso del carey y el nácar para la decoración de muebles y diversos objetos utilitarios. Su uso perduró con el paso de los siglos y se mantuvo durante el tiempo de la Conquista española, favorecido especialmente por el hecho de que en América se encontraron estas materias primas en abundancia. De hecho, se tiene conocimiento de que desde muy temprano ambos materiales fueron extraídos por los primeros exploradores europeos en las actuales costas de Venezuela y las Antillas y se convirtieron en símbolos de estatus durante el periodo colonial.
Mientras que la tortuga carey fue valorada por su carne y huevos para su consumo, el carey se utilizó en la fabricación de objetos de lujo. Sin embargo, la caza de estas tortugas y la explotación del carey no se limitó solo los colonizadores españoles; en estas labores también estuvieron involucradas personas de otras nacionalidades, como los británicos. Así, la cacería indiscriminada de esta especie la diezmó y generó un desequilibrio importante en el mar Caribe.
En la actualidad, esta especie de reptiles migratorios, esenciales para la conservación de los arrecifes de coral, se encuentra en peligro crítico de extinción, principalmente por el desmedido comercio ilegal de su caparazón. De hecho, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, IUCN, la mayor red medioambiental del mundo que a su vez agrupa cientos de ONG y a más de ochenta estados, calcula que, por su caza, han sido millones las tortugas carey que han muerto en los últimos cien años.
Hoy, la tortuga carey está protegida por diversos acuerdos internacionales, entendiendo que, al ser una especie migratoria, la cooperación internacional alrededor de estos temas es fundamental. A su vez, han surgido diversas iniciativas que buscan crear consciencia en las comunidades locales de la importancia de estas tortugas y generar estrategias de protección más eficientes