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San Ildefonso

Anónimo

Óleo sobre tela

73 x 46 cm

Siglo XVII


En el retablo ubicado junto al púlpito del Museo Santa Clara se encuentran gran cantidad de piezas de mediano y pequeño formato que representan a varios santos de gran importancia en el programa iconográfico de la exiglesia. Entre estos hay una imagen en la que se representa a san Ildefonso, a quien reconocemos por varios de sus atributos y por una inscripción ubicada a la izquierda del santo, donde se alcanza a leer "EPHONSUS".


Ildefonso nació en Toledo en 607 y se considera hoy una de las figuras más importantes de la Iglesia de España, razón por la cual se le nombró padre de la Iglesia. Siendo muy joven, pese a la oposición de su familia, ingresó al monasterio de Agalia, donde años más tarde ofició como abad, y posteriormente hizo parte del episcopado. En su edad madura ejerció como arzobispo de su ciudad natal durante nueve años, hasta su muerte, el 23 de enero de 667. Tras este hecho, uno de sus sucesores en la cátedra episcopal de Toledo, san Julián, escribió una biografía de Ildefonso, conocida como Elogium beati Ildefonsi, de la que proceden la gran cantidad de datos que de él se conocen.


Debido al importante cargo que ocupó en el episcopado, se le representa en esta imagen vestido con una capa pontifical roja y dorada, una mitra sobre su cabeza y un báculo que sostiene con su mano izquierda, mientras dirige su mirada hacia el espectador. Este santo se destacó también por su labor como escritor, por lo que en este caso se le muestra con un libro bajo su brazo derecho.


En sus obras, entre las que figuran textos como La perpetua virginidad de María, abordó temas importantes para la doctrina cristiana, especialmente asuntos concernientes a la figura de la Virgen. En el mencionado libro, san Ildefonso defiende la idea de que María estuvo libre de pecado original desde el momento de su concepción, concepto que fue bastante controversial entre las principales comunidades religiosas y que dio pie a numerosos debates: franciscanos y jesuitas defendían que María estaba libre de todo pecado desde el momento de su concepción, mientras que los dominicos consideraban esta idea como un error contra la fe. Esta disputa se resolvió solamente hasta 1854, cuando el papa Pio IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción.


La presencia de esta imagen en el extemplo clariano puede interpretarse como una muestra de la discusión en torno a este tema en la Nueva Granada; pero también puede leerse como una defensa, por parte de las clarisas y de la orden franciscana, de la advocación de la Inmaculada en el periodo colonial y el posible rol que estas comunidades tuvieron en la difusión de estas creencias entre la población.