Una despedida a la colección de monjas coronadas del Monasterio de Santa Inés de Montepulciano O.P.
 
A finales del 2011, el Museo Santa Clara recibió en comodato una de las mejores colecciones de monjas coronadas neogranadinas, conformada por diecinueve obras, entre las que se encontraban retratos de monjas muertas como el de sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés, llamada el Lirio de Bogotá, y de monjas vivas como los de la cantora y la archivera, todas ellas pertenecientes al histórico Convento de Santa Inés de Montepulciano de esta ciudad.

Exhibir esta colección en el coro bajo de la antigua iglesia del Real Convento de Santa Clara, convertida en museo, evocó en este espacio, originalmente destinado a la sala de profundis, los cuerpos muertos de las monjas clarisas coronadas. Allí el pintor realizaba la difícil tarea de retratar a las clarisas recién fallecidas y la feligresía se agolpaba tras la celosía a mirar a la monja muerta, actriz central del teatro barroco, que pretendía entonces capturar el miedo a la muerte transformándolo en la esperanza de una vida mejor en el más allá.

El objetivo del Museo Santa Clara fue dar a conocer esta serie de retratos de monjas coronadas desde el contexto religioso en el que se interpretaba la muerte de una monja de clausura, la cual era entendida como el instante de la consumación de su matrimonio místico con Cristo. La curaduría de la exposición temporal Cuerpos opacos: delicias invisibles del erotismo místico pretendió comunicar a los visitantes lo que significaba la muerte de una monja de clausura en el periodo colonial, y a su vez mostrar una realidad que occidente niega constantemente: el deterioro del cuerpo y la muerte.
 
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Sor Gertrudis Teresa de Santa Inés                                                                        Sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés
 
 El significado de la muerte, entendida como la consumación de un matrimonio místico con Cristo, le otorgaba sentido a toda la vida de privaciones, penitencias y ayunos de una monja de clausura. Sinnúmero de poesía mística como la expresada en los versos de santa Teresa de Ávila citados a continuación, le otorgan el sentido espiritual a estos retratos de monjas coronadas, que hoy despedimos con gratitud:
 
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero. […]

Mira que el amor es fuerte;
Vida no me seas molesta,
mira que solo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
 
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                                 Madre María Josefa del Espíritu Santo:                                             Madre Genoveva del Corazón de María
                      cantora del Monasterio de Santa Inés de Montepulciano
 
La intención curatorial de la exposición Cuerpos opacos: delicias invisibles del erotismo místico  trajo al presente una reflexión desde las formas de morir en el pasado conventual hasta las maneras de hacerlo actualmente, para comprender mejor cómo cada cultura, cada grupo social en cada momento histórico, le otorga a la muerte un significado diferente, tan acorde con su horizonte de expectativas existenciales y espirituales, como con las formas de morir y de dar muerte.
Desde junio de 2013 a la fecha, esta muestra ha sido disfrutada por 85.746 personas.
 
 
María Constanza Toquica Clavijo
Directora 
Museo Colonial y Museo Santa Clara