Silla de manos
Anónimo
Madera y cuero tachonado
143 x 72 x 79 cm
Siglo XVII
 
Esta Silla de manos fue donada al Museo Colonial por su exdirectora, Sophy Pizano de Ortiz, en 1946. Consiste en una caja rectangular orientada verticalmente, forrada en cuero tachonado y adornada con tres ventanas cuadradas. En su interior, forrado en papel gris, hay un cojín, además de un par de brazos tapizados que servían como soporte al pasajero. En los laterales, se observan dos herrajes por los que pasan listones de madera, que permitían a los llamados ‘silleteros’ transportar al vehículo y a su ocupante.
Este tipo de objetos, así como las carrozas, calesas, literas y coches, sirvieron como medios de transporte en las ciudades coloniales. Asimismo, fueron objetos de distinción de la élite criolla, ya que no todos los habitantes de las urbes podían movilizarse de esta manera. Por esta razón, recorrer las calles de una ciudad como Santafé a bordo de esta silla, implicaba hacer una demostración de poder y prestigio social, especialmente en el marco del surgimiento de una sociedad cortesana, propiciada por la creación del Virreinato de la Nueva Granada, en 1717.
Las sillas de manos eran consideradas como un vehículo destinado al transporte de mujeres. Sin embargo, sus usos trascendieron el ámbito de lo femenino y lo civil, ya que, por ejemplo, el arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora dispuso, en 1779, que las sillas de manos debían emplearse para escoltar al cura encargado de  transportar el viático desde la Capilla del Sagrario, ubicada en la Plaza Mayor de Santafé.
 
Además de esto, es importante recordar que, a pesar de ser un mueble de lujo, en la Nueva Granada la decoración de las sillas de mano fue muy sobria. Esto probablemente se debe a disposiciones como la Pragmática Sanción que el rey Felipe V emitió en 1723, según la cual, no se podían adornar estos vehículos con oro, plata, brocados u otros elementos lujosos que se prestaran para la ostentación excesiva.