Inicio de sesión

Leonardo de Vinci y Leon Bautista Alberti
Diego Antonio Rejón de Silva, traductor e ilustrador
Imprenta real de Madrid
Impreso y tinta sobre papel
25 x 20,5 x 4 cm
1784


Comprado en 1961 para la colección del entonces Museo de Arte Colonial, la edición de este libro recoge dos tratados: De Pictura, escrito en 1435 por el artista León Battista Alberti (1404-1472), y el Tratado de la pintura, de Leonardo da Vinci (1452-1519), impreso por primera vez en París, en 1651. Pese a la distancia temporal que separa a estos libros, tienen en común el que ambos defienden la condición de la pintura como un arte liberal, esto es, como un tipo de quehacer que requería del intelecto para su desarrollo, idea que se oponía a lo que se había considerado hasta antes del Renacimiento.


El tratado de Alberti se divide en tres libros. El primero, dedicado a la perspectiva y la geometría, transluce la fuerte influencia de los postulados del italiano Filippo Brunelleschi (1377-1446) sobre la aplicación de estos dos saberes en la arquitectura. El segundo libro se estructura a partir de tres términos latinos: la circumscriptio, la compositio y la receptio luminum, referentes al dibujo de los cuerpos, la composición de escenas pictóricas y al uso del color y las sombras. La última sección reflexiona sobre la pintura y su condición de arte liberal. En esta última parte, el autor acude al parangone, procedimiento retórico utilizado en la tratadística del Renacimiento y que Alberti aprovecha para comparar la pintura con otras artes liberales y manuales a fin de señalar sus ventajas. En su reflexión final Alberti señala el lugar que debía ocupar el artista en la sociedad.


El Tratado de la pintura, por su parte, reúne diversas notas y opiniones escritas por Leonardo da Vinci en sus cuadernos durante los últimos veinticinco años de su vida. Estos fragmentos fueron recopilados por Francesco Melzi, pupilo del pintor, en un único volumen manuscrito que empezó a circular hacia 1540. La primera versión impresa estuvo a cargo de Raphael Trichet du Fresne. El texto se divide en dos grandes secciones: la primera desarrolla una reflexión teórica sobre la nobleza de la pintura; la segunda analiza de manera práctica el uso de la perspectiva, la composición de escenas y el uso de sombras y luces.


El ejemplar que conserva el Museo reúne ambos textos en traducción de Rejón de Silva, quien fue el primero en verter al español estos tratados. La finalidad de este libro se encuentra resumida en el grabado del frontispicio. En él vemos a Minerva, madre de las artes y las ciencias, con un libro en su mano izquierda. La diosa le enseña a un pequeño niño los principios de la pintura: la imitación de la belleza ideal de la Naturaleza, la aplicación de la geometría, la aritmética y la perspectiva y el cuidado de la luz y de la sombra. Justamente, estos conceptos se aprendían a partir de la lectura de los grandes maestros del pasado —en este caso Da Vinci y Alberti—, cuyos textos arribaron a América con artistas europeos que difundieron dichos manuales entre los locales. Las consideraciones sobre la pintura expuestas en ambos tratados eran afines al pensamiento Ilustrado que se desarrolló en España en la segunda mitad del siglo XVIII y que permitió la profesionalización de la pintura al percibirla como un arte liberal y no como un oficio.