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Pieza del mes - Octubre 2019 - Museo Santa Clara

El Niño de la espina, santa Rosa de Lima y santa Rosa de Viterbo

Gaspar de Figueroa (atribuido)

Óleo sobre madera

19 x 58,5 cm

Siglo XVII

 

Dentro de la amplia producción pictórica del periodo colonial, los temas relacionados con la vida de Cristo tuvieron gran difusión, pues en su figura se resumen los valores teológicos y morales de la Iglesia Católica. Así, durante los siglos XVII y XVIII, y gracias a diferentes fuentes canónicas y apócrifas, se intentó representar la mayor cantidad de detalles asociados a la infancia, la vida pública y la pasión de Jesús. En el ciclo de la infancia, un tema recurrente en la pintura neogranadina fue el del Niño de la espina. Por lo general, en este tipo de imágenes se representa a Jesús como un niño que, mientras teje una corona de espinas, se pincha un dedo. La escena se presenta como presagio de la Pasión que el Hijo del Hombre habría de sufrir años después.


Un exponente de esta iconografía puede apreciarse en esta tabla sobre óleo del Museo Santa Clara, que muestra al Niño de la espina en la parte central. A sus lados, y completando la composición, pueden verse las figuras de santa Rosa de Lima (1586-1617) y santa Rosa de Viterbo (1233-1251).


La presencia de estas dos santas en esta composición pictórica no es gratuita, pues por un lado, ambas son ejemplo de la actitud contemplativa que las religiosas debían tener ante la figura de Cristo y los misterios asociados a su vida; en este caso, ante los concernientes a la Pasión. Así, la santa peruana es representada con el hábito dominico, cargando una rama de rosas mientras observa un rompimiento de gloria del cual sale la imagen del Niño Jesús. La santa italiana, en cambio, aparece representada con su hábito franciscano y en una actitud contemplativa, manifiesta en el gesto de sus manos entrecruzadas en el pecho y sus ojos alzados hacia el cielo. Semejante a lo que sucedía en el periodo colonial con diversas figuras de santas y beatas, las imágenes de ambas mujeres se asociaron a modelos ejemplares de la santidad femenina.


La presencia de estos modelos ejemplares también se puede deber a la relación existente entre el tema cristológico y el nombre de las santas que, en ambos casos, hace referencia a la paradoja de la belleza de la flor y el dolor que pueden infringir sus espinas. Si la imagen de el Niño de la espina muestra el dolor que Cristo sufre por la espina que hiere su dedo, y que representa su futura Pasión, los nombres de las santas representan el dolor que sienten con las espinas de la flor, sufrimiento que les permite sentir empatía frente al dolor de Cristo en su martirio. Esta imitación a la vida de Cristo fue uno de los elementos fundamentales de la santidad barroca promovida por el Concilio de Trento (1545-1563).


Otro punto en común entre las dos iconografías es el hecho de que las mujeres representadas fueron dos monjas terciarias: una, limeña de la orden dominica; otra, italiana de la orden franciscana. Esta conjunción, posiblemente, es una forma de representar las diferentes formas de seguir una vida contemplativa y de virtud.